jueves, 3 de septiembre de 2015

Ikigami - Comunicado de muerte


"En este país hay una ley destinada a que los ciudadanos aprecien el valor de la vida mediante la muerte controlada de una parte de la sociedad. A esa ley se la conoce como ley para el sostenimiento de la prosperidad estatal. Todo el mundo se somete a la vacunación por la prosperidad cuando ingresa en el colegio. En una de cada mil jeringas hay una nanocápsula que explotará cierto día, a una hora determinada de antemano, y le arrebatará la vida a un joven con una edad comprendida entre los 18 y 24 años. Sin embargo, a ese joven sólo se le comunica su cercana muerte con apenas 24 horas de antelación. El documento que notifica la muerte, el ikigami, es entregado por un trabajador del estado".



Más o menos así suelen empezar los capítulos de Ikigami, explicando la ley para la prosperidad estatal; un proyecto que pretende ensalzar la percepción del valor de la vida de la población. Y desde el primer momento ya plantea multitud de preguntas. ¿Qué harías con tus últimas 24 horas de vida? ¿Reflexionar sobre si tu vida ha tenido sentido? ¿Valorar la ley que la ha llevado a su fin? ¿Hacer lo que se te antojara sin importar las consecuencias pues morirás de todos modos?

El protagonista es Kengo Fujimoto, uno de los funcionarios que se dedican a entregar los ikigami a sus destinatarios. El manga se articula en episodios autoconclusivos de unas 100 páginas cada uno y separados en 3 capítulos, dejando 2 episodios completos en cada uno de los 10 tomos. Paralelamente al transcurso de estas historias sueltas se va hilando también una trama principal, que acompaña al funcionario protagonista y se centra más en el proceso corporativo que sustenta la buena consecución de la ley.

El dibujo no es el típico japonés. Es un caso similar al de Monster, en el que el estilo realista permite que los personajes sean muy expresivos. No es lo que más me gusta del cómic pero está cuidado y hay algunas viñetas (normalmente para las imágenes que retratan la sociedad en general) diseñadas con un estilo que las hacen parecer fotografías borrosas en blanco y negro que son un verdadero acierto. A veces abusa de los dibujos a una página (o dos) lo que les hace disminuir un poco el poder de efecto cuando de verdad son necesarias. Pero en general la dinámica de las viñetas consigue un efecto sencillo pero muy adecuado a cada situación.



Básicamente, los episodios presentan al personaje que recibe el ikigami y a todo su entorno como protagonistas. De esta forma el autor puede retratar problemas muy distintos de la sociedad (en general, pero de la japonesa en concreto) y narrar cómo éstos influyen en los personajes en los que se centra cada episodio. Las circunstancias actuales y el pasado de cada individuo determinan su reacción al recibir el ikigami, y resultan en multitud de actuaciones muy diferentes entre sí: saldar cuentas pendientes mediante la violencia o el diálogo, tratar de ayudar a alguien de tu entorno por los privilegios que concede el ikigami, etc.

En ocasiones puede pecar de sentimental, pero son las menos, la mayoría de casos tienen un punto dramático muy conseguido. La premisa tan manida del carpe diem o el sentido de la vida se vuelve en esta serie un recorrido muy personal de cada uno de los protagonistas por encontrar o aceptar sus sueños -algo que les llene-. A mi modo de ver ahí reside la fuerza del manga: en muchas ocasiones, debido a la fuerte presión social los protagonistas no han conseguido disfrutar de lo que amaban de verdad, ya fuese por falta de practicarlo o por realizarlo de un modo vacío; una de las ideas que trata de transmitir el manga es sin duda hacer más caso de uno mismo y evadir el rechazo exterior.


En los primeros episodios se avanza más bien poco en la trama principal, pero cada vez se va ahondando más en ella, llegando al punto que en los últimos episodios tiene tanta o más relevancia que los casos independientes. En cierto punto aparece un personaje que pertenece a asuntos internos, al mismo tiempo que el protagonista va conociendo más casos de disidentes y de protestas contra la ley. Pero, en la línea de 1984 (George Orwell, 1949) -obra que es la inspiración fundamental del manga-, Fujimoto también alberga dudas respecto a la eficacia de la ley, pero éstas sólo causan que su paranoia y desconfianza respecto a sus compañeros aumente. El jefe Ishii, su supervisor, sirve de contrapunto a los pensamientos de Fujimoto y las conversaciones entre ambos suelen expandir lo que el lector conoce de la sociedad.

Pese al lento arranque de esta trama, está muy bien llevada, y gracias al dibujo se logra transmitir buena parte de la atmósfera opresiva y paranoica que define la sociedad. El manga va dando apuntes de la manipulación mediática, la posible falsedad de los buenos resultados de la ley al bajar la tasa criminal entre otros supuestos beneficios, e incluso que pueda tener otros propósitos no tan claros. Hacia el final del manga también se debaten temas como la necesidad del ejército y la política pacifista del país: tema candente hoy en día en Japón por la reforma de la constitución de Shinzo Abe...


Personalmente, en la primera lectura ningún episodio me dejó indiferente; me fue imposible acabar uno sin que se me pusiera la piel de gallina y reflexionar en lo que esa sociedad se ha convertido y en todos los problemas que conviven con nosotros mismos (también los personales, claro). Con esta relectura algo de la intensidad dramática se ha perdido, pero en el resto de aspectos continúa manteniendo su fuerza. Sí he de comentar que se ha de tener ganas de entrar en el juego que propone el manga, es decir, si alguien le resulta de entrada la idea principal algo absurda o pobre terminará leyendo el cómic a desgana, sin entrar adecuadamente en su universo.

Aunque la cuestión principal quizá siga siendo el pensar qué harías con tu último día de vida, a medida que Fujimoto se va cuestionando los aspectos de la ley se va acrecentando esa sensación de crítica a nuestro propio mundo y no sólo el del manga, revisando varios aspectos sociales e individuales que pueden estar condicionando nuestras vidas sin percatarnos.

Ikigami es otro ejemplo de que ningunear sistemáticamente al género de los cómics es una estupidez. Habrá obras más superficiales, como también las hay en la literatura o en el cine, pero también hay obras que consiguen ir un paso más allá.


(Una primera versión de este artículo fue publicada el 18/11/2010 en Fragmentos Difusos)

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